Puntos clave:
1. La mayoría del desarrollo cerebral de un niño ocurre antes de los tres años. La arquitectura cerebral resulta de la combinación de la genética y la crianza, enfatizando la importancia de las experiencias tempranas en la determinación de la fuerza y flexibilidad neurológicas.
2. El desarrollo en la primera infancia es un período de oportunidad y vulnerabilidad. La genética juega un papel, pero los entornos de crianza durante la primera infancia influyen significativamente en si un niño alcanza su máximo potencial.
¿Sabías que la mayor parte del desarrollo cerebral de un niño sucede antes de que cumpla tres años? Eso vuelve a la primera infancia, y a todas las experiencias que la conforman, una parte crítica para el fomento de una salud socio afectiva, física y cognitiva que dure toda la vida.
Los padres pueden sentirse presionados por esto dado que tres años no son tanto tiempo. Sin embargo, es importante recordar que gran parte de este desarrollo ocurre por sí solo. Nuestros colegas del Centro para el Desarrollo Infantil de Harvard (Harvard Center on the Developing Child) han encontrado que la estructura del cerebro es un producto de la naturaleza y del entorno. Esto significa que, aunque el desarrollo se ve impactado por el lugar y la forma en la que crecemos, una parte del crecimiento neuronal está predeterminado por el ADN.
Aún así, ha sido comprobado una y otra vez que pasar tiempo de calidad, las interacciones estimulantes y un ambiente acogedor y alegre durante la primera infancia son cruciales para determinar la fortaleza y flexibilidad neurológica de un niño. Aunque la genética juega un papel importante en el desarrollo, el ambiente y las experiencias tempranas determinan si un niño o niña alcanzará su máximo potencial. Según el Centro para el Desarrollo Infantil de Harvard,
“Un ambiente temprano que promueve el crecimiento, con nutrientes adecuados, libre de toxinas y lleno de interacciones sociales con un cuidador atento, prepara la arquitectura del cerebro en desarrollo para funcionar de manera óptima en un ambiente saludable. Por el contrario, un ambiente temprano adverso, en el que no hay nutrientes adecuados, existen toxinas o en el que falta la estimulación sensorial, social o emocional apropiada, resulta en circuitos cerebrales defectuosos.”
El desarrollo temprano es un periodo de oportunidad y vulnerabilidad, y depende de nosotros, padres y cuidadores, ayudar a nuestros niños para que aprendan cómo interactuar, pensar y regular emociones a través de una estimulación adecuada. Aunque el desarrollo no termina a los tres años, los expertos han descubierto que empezar a construir habilidades físicas, cognitivas, sociales y afectivas avanzadas es más fácil cuando somos niños, ya que nos volvemos menos adaptables conforme crecemos. Si nos esforzamos en darle a nuestros pequeños las herramientas correctas a temprana edad, estarán mejor equipados para enfrentarse al mundo en el futuro.
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María Mirón es una investigadora de psicología con una maestría en Psicología Clínica. Con más de ocho años de experiencia, ha publicado y participado en múltiples foros internacionales sobre el Desarrollo de la Primera Infancia. Actualmente es profesora de métodos de investigación en la Universidad de Monterrey. Su misión es vincular la ciencia y las herramientas de crianza que se ofrecen a los padres.